De forma silenciosa, sin ruido mediático, sin solemnes discursos de los dirigentes pro-imperialistas europeos y estadounidenses, sin grandes campañas humanitarias de las ONG corporativas más reconocidas, continúa el genocidio del pueblo yemení por parte de la coalición encabezada por la sangrienta dictadura de Arabia Saudí.
El pasado 7 de agosto cuatro niños morían asesinados por las bombas saudíes lanzadas contra un mercado en el distrito residencial de Nihn, al este de la capital Saná. Un día antes 15 personas murieron y otras 8 resultaron heridas graves después de que Riad bombardeara una fábrica de alimentos. Durante toda la semana han seguido muriendo civiles por ataques aéreos saudís (ver reporte). [Horas después de publicar este artículo, Arabia Saudí bombardeaba una escuela en Haydan, en el norte de Yemen, matando a 10 niños de entre 6 y 14 años; otros 28 resultaron heridos.]
Estos bombardeos contra Yemen comenzaron en marzo de 2015, es decir, que Arabia Saudí y los regímenes aliados del Golfo llevan más de un año y medio asesinando civiles y arrasando al país más pobre de la península arábiga y uno de los más pobres del mundo. Lo hacen desde la más absoluta impunidad. EE.UU., Reino Unido y Francia son los mayores suministradores de armas de la dictadura saudí, incluidas las "bombas racimo" prohibidas en 118 países. Occidente es responsable y cómplice, por acción y por omisión, de estos crímenes de lesa humanidad.
No contentos con todo esto, en septiembre del pasado año, seis meses después de iniciarse la guerra contra Yemen, el régimen wahabí fue premiado por la ONU con la presidencia del Comité de Derechos Humanos de la Naciones Unidas. En junio de 2016, la ONU decidió retirar a Arabia Saudí de la lista negra de uno de sus informes llamado Niños y Conflicto Armado, en la que el régimen saudí había sido incluido acusado de asesinar a cientos de niños con sus bombardeos sobre Yemen. El secretario general de la ONU por aquel entonces, Ban Ki-Moon, reconoció de forma vergonzante haber recibido durísimas presiones por parte del régimen wahabí para tomar esta decisión.
¿Qué credibilidad y autoridad moral puede tener la ONU después de esto? Primero asesinan a cientos de niños y personas inocentes, después se burlan de ellas y humillan a sus familias ante la mirada de todo el mundo.
Los datos nos muestran que cerca de 10.000 civiles han muerto desde marzo de 2015 en Yemen, el 60% de ellas como consecuencia directa de los bombardeos del régimen saudí. Cada día 6 niños son asesinados o mutilados desde entonces. Más de 21 millones de personas no tienen acceso a la comida, al agua, a medicamentos ni a los servicios más básicos. Más de 7,5 millones de personas están en riesgo de morir de hambre. Sin embargo no vemos ni escuchamos a diario ninguna campaña pidiendo una "intervención humanitaria" en Yemen, como antes reclamaron contra Libia o Siria los "defensores" mundiales de los Derechos Humanos. Ni tampoco vemos dónde están las sanciones económicas, financieras, comerciales y diplomáticas contra Arabia Saudí, tal y como hacen contra la Federación de Rusia. No hace falta que nos expliquen el porqué de su hipocresía y doble rasero.
Para la "comunidad internacional", es decir, para las potencias que encabezan la OTAN, la vida de un yemení no vale nada comparada con la de un europeo o un norteamericano. Sólo hay que ver las reacciones que se producen cuando uno de sus "rebeldes" (héroes en Siria, terroristas en Europa) atenta en suelo occidental, y compararlas con la reacciones de estos mismos gobiernos y medios de masas occidentales cuando miles de civiles son asesinados por las bombas de "nuestros aliados" en Oriente Medio, África, o incluso en Ucrania, donde el régimen neonazi de Kiev, pese a la supuesta tregua tras los acuerdos de Minsk, sigue bombardeando las repúblicas independientes de Donbass.
En estos momentos la máxima preocupación "humanitaria" de la OTAN y de los medios occidentales está centrada en Alepo, donde tratan por todos los medios de proteger a los grupos terroristas asediados por el Ejército Árabe de Siria y la aviación de Rusia, principalmente. La vida de estos terroristas takfirís, patrocinados por la OTAN y la propia Arabia Saudí, son de la máxima importancia para los gobiernos occidentales y los grandes medios corporativos. De su victoria o derrota en Alepo depende el futuro de Siria, la credibilidad y prestigio de Washington frente al mundo, y los miles de millones de dólares y euros de beneficios que esperan obtener las grandes corporaciones occidentales tras una supuesta caída de Al Assad.
Que la vida de los civiles no vale nada a ojos de la OTAN volvió a evidenciarse públicamente hace unos días, cuando Mark Toner restó importancia a los crímenes de los "rebeldes moderados" en Siria. El infame portavoz del Departamento de Estado de EE.UU. calificó unos actos terroristas tan sanguinarios como el degollamiento de un niño palestino de 12 años en el barrio de Al Mashhad, o los ataques con armas químicas contra civiles en Alepo, como "incidentes aislados" que no cambian en absoluto el apoyo de EE.UU. a la "oposición moderada" en Siria. Repugnante.
Artículos relacionados: YEMEN: LOS SILENCIADOS CRÍMENES DE LOS PATROCINADORES DEL TERRORISMO (El Mirador Global, 16/2/2016)
¿Cabía esperar otra cosa del imperialismo? Ellos tienen el aparato mediático (que forma parte del militar) y lo utilizan según propia conveniencia. No se trata, pues, de informar sino de conformar al público a una realidad predeterminada por ellos. Así funciona el capitalismo, pero mucho me temo que puede ir e irá a peor.
ResponderEliminarSalud