Francois Hollande entrega al Príncipe Mohammed Bin Naif la Legión de Honor, el mayor honor de Francia, en una ceremonia de bajo perfil celebrada en París el pasado 4 de marzo de 2016.- Foto: Independent.co.uk |
Un reportaje emitido recientemente por la cadena RT titulado Los esclavos de Atlanco pone al descubierto la forma de actuar de Atlanco Rimec, una empresa irlandesa que lleva más de 15 años trabajando para los gobiernos de Holanda y cuyos empleados se encuentran en unas condiciones laborales lamentables. Por desgracia éste es sólo un ejemplo de los miles de casos de explotación, corrupción, puertas giratorias y expolio público que suceden a diario en esta Europa neoliberal corporativa.
"España, junto con Portugal, Alemania, Francia, Croacia, Chipre, Grecia, Hungría, Italia, Lituania, Malta, Polonia y Croacia son los trece países de la UE donde los expertos nacionales han percibido que se producen "más frecuentemente" casos de explotación laboral grave, (...)." [La Vanguardia, 8/6/2015]
Que en los países europeos existe precariedad y explotación laboral no supone ninguna novedad, como bien sabemos en España. De hecho la llamada devaluación interna que aplican los gobiernos neoliberales europeos como método para "salir de la crisis" consiste sencillamente en empeorar todavía más las condiciones laborales para reducir costes y "mejorar la competitividad de las empresas" frente a las exportaciones de las "economías emergentes" (es decir los BRICS). Sin embargo lo más destacable de este trabajo periodístico de RT es precisamente que se desarrolla en pleno corazón de Europa y no en aquellos países subdesarrollados en los que ya asumimos con naturalidad que los derechos laborales brillan por su ausencia.
Y es que existe todavía una opinión muy extendida entre la población española que idealiza las condiciones de vida y de trabajo de las clases trabajadoras de los países del norte de Europa; un argumento falso que el citado reportaje y otros muchos informes desmienten categóricamente.
En demasiadas ocasiones tendemos a pensar que en los países más desarrollados económicamente, las condiciones de vida de las clases populares son mucho mejores que en los países del sur. Esta imagen estereotipada del norte como paradigma de la igualdad y la justicia social frente a los "vagos" del sur, es ampliamente difundida de forma premeditada por los grandes medios corporativos. En parte lo hacen para justificar la imposición de los "políticas de austeridad" a los países del sur que, según el relato oficial, "han vivido por encima de sus posibilidades". Y en parte lo hacen también para que los ciudadanos europeos explotados y excluidos por el sistema no tomen como referencia otros modelos políticos y económicos alternativos (como los gobiernos pos-neoliberales de América Latina), prometiéndoles que dentro del sistema capitalista se puede alcanzar su bienestar y ascender en la escala social si son "competitivos".
Parece que olvidamos demasiado a menudo que en todos los países capitalistas existe una continua lucha de clases, y que en todos ellos son las clases capitalistas las que van ganando esa guerra por el poder y el acaparamiento de la riqueza. Esto se ha visto con más claridad que nunca a partir de la crisis sistémica iniciada en 2008, cuando las clases dominantes necesitaron dar una nueva vuelta de tuerca al conflicto capital-trabajo para seguir incrementando su margen de ganancia y su ansia por la acumulación de riqueza.
Una vez que los fanáticos globalizadores han sentenciado a muerte al Estado del bienestar y al modelo social europeo (tal y como anunció con tono amenazante Mario Draghi el 24 de febrero de 2012 en The Wall Street Journal), y viendo que las sociedades y los gobiernos europeos no oponen la menor resistencia y por tanto no existe riesgo de ruptura política con el sistema, ya no necesitan disimular más. El Estado corporativo sustituye al Estado de Derecho. Grecia era la única esperanza de cambio que se atisbaba en Europa, hasta que Tsipras y Syriza decidieron traicionar a su pueblo y arrodillarse ante la Troika.
En este mundo globalizado donde los Estados y gobiernos están a los pies de las grandes corporaciones, no es tanto tu nacionalidad o el país en el que residas lo que determina tus condiciones de vida, sino tu clase social. Si eres un rico inversor serás recibido con todos los honores en la Europa neoliberal nacida de Maastrich, procedas del país que procedas, tengas el color de piel que tengas, o tengas a tus espaldas las muertes inocentes que tengas. Sirva como ejemplo la vergonzosa foto que encabeza este artículo: Hollande condecorando con la Legión de Honor al príncipe heredero del régimen terrorista wahabí Mohammed Bin Naif el pasado 4 de marzo (Stephen Lendman, 15/3/2016).
Por el contrario si eres pobre se te cerrarán todas las puertas, o te dejarán entrar al paraíso capitalista para explotarte durante un tiempo y expulsarte o condenarte a la exclusión social cuando ya no seas necesario. O bien serás enviado a un campo de concentración bajo la dirección del corrupto y terrorista régimen de Erdogan. Personas tratadas como mercancía de usar y tirar en plena Europa en el siglo XXI.
Por el contrario si eres pobre se te cerrarán todas las puertas, o te dejarán entrar al paraíso capitalista para explotarte durante un tiempo y expulsarte o condenarte a la exclusión social cuando ya no seas necesario. O bien serás enviado a un campo de concentración bajo la dirección del corrupto y terrorista régimen de Erdogan. Personas tratadas como mercancía de usar y tirar en plena Europa en el siglo XXI.
Todo esto se llama sencillamente capitalismo. El mismo sistema y el mismo neoliberalismo que la socialdemocracia y buena parte de la izquierda europea abrazaron con entusiasmo hace años y que a día de hoy, y después de todo lo que ha llovido, ni se plantean cuestionar. Parecen ser impermeables a los hechos. Es lo que ya definí hace tiempo como "el fundamentalismo económico de la izquierda que apoyó Maastrich" (El Mirador Global, 11/10/2013).
Para esta falsa izquierda, útil y sumisa a los intereses del poder económico corporativo, es más fácil proponer "ayudas sociales" o "políticas de emergencia" para los excluidos que proponer la expropiación de la riqueza y de los recursos que detentan las oligarquías causantes de la pobreza y la desigualdad. Para estos neoliberales "progresistas", es más fácil manifestarse para reclamar que Europa acoja a los refugiados que denunciar y condenar a los miembros de la OTAN que con sus guerras imperialistas son los principales causantes de la migración de las masas y la muerte de decenas de miles de inocentes.
De nada sirve "preocuparse" por las víctimas si al mismo tiempo se guarda silencio o incluso se apoya a sus verdugos. Muchos de los políticos, periodistas, artistas, ONGs, etc. que ahora se muestran muy preocupados por los "refugiados sirios" llevan 5 años mintiendo, apoyando a los terroristas a los que llaman "rebeldes" y pidiendo "que la comunidad internacional intervenga en Siria", es decir, que la OTAN bombardee el país como antes hicieron con Libia o Yugoslavia con los resultados que todos conocemos. ¡Vergonzoso!
Aquellos partidos y organizaciones que centran su discurso cobardemente en las consecuencias sin cuestionar y combatir sus causas se sitúan en la irrelevancia política, convirtiéndose en elementos totalmente prescindibles para una sociedad que pretenda luchar por el cumplimiento de los Derechos Humanos más elementales. Que esta "izquierda" no cuente conmigo para seguir formando parte de esta Europa neoliberal y de este cártel financiero criminal que maneja el mundo.
Han estado, como indicas, durante años apoyando a los terroristas que han provocado matanzas de personas y una multitud huyendo, los refugiados, y ahora nos quieren echar en cara una presunta insolidaridad.
ResponderEliminarMe da vergüenza ajena escucharles levantar la voz mostrándose totalmente indignados con la situación de los refugiados, al mismo tiempo que defienden basándose en mentiras las guerras que provocan ese éxodo forzado.
EliminarA mi no me enternece su falsa solidaridad, me repugna más bien.
Un saludo Mikel.